domingo, 30 de diciembre de 2012

El deshielo de los polos ha elevado en 11 milímetros el nivel del mar.

- Los científicos miden la pérdida de hielo en 344.000 millones de toneladas al año. - La Antártida también se funde.
Cada año, los casquetes polares de la Tierra pierden 344.000 millones de toneladas de hielo. El proceso, que se está acelerando, estaba ya más que claro en el Ártico, pero acerca de lo que está pasando en la Antártida había, hasta ahora, más incertidumbres que certezas. Los datos no uniformes que venían tomando los satélites eran responsables, en gran medida, de esas dudas, tantas que algunos análisis hablaban incluso de crecimiento de la masa de hielo, y no reducción, en el casquete polar Sur. Pero el conocimiento del fenómeno en ambas regiones polares se asienta ahora sobre una base sólida con un gran estudio internacional realizado por 47 científicos de 26 instituciones, incluidos los autores de aquellos análisis de resultados variables y con el apoyo de la NASA y la Agencia Europea del Espacio (ESA). “Ahora podemos afirmar de modo concluyente que tanto la Antártida como Groenlandia están perdiendo hielo”, resume Andrew Shepherd (Universidad de Leeds, Reino Unido), líder de la investigación presentada en la revista Science. Pero esto no significa que el proceso sea idéntico en el Norte y en el Sur, advierten los científicos. Mientras Groenlandia está perdiendo hielo cinco veces más rápido ahora que a principios de los años noventa, el proceso en la Antártida parece menos constante, aunque en la última década se aprecia un incremento del 50% en el ritmo de deshielo, explica otro de los investigadores, Erik Ivins (Jet Propulsion Laboratory, EE UU). La pérdida de hielo en las regiones polares repercute en la subida del nivel del mar, concretamente es responsable del aumento de 11 milímetros desde 1992 hasta ahora, según concluye un segundo equipo, liderado por Ian Joughin (Universidad de Washington). Esos 11 milímetros suponen un 20% del total de subida del nivel de los océanos registrada, y del resto es responsable, sobre todo, la expansión térmica del agua, con una pequeña aportación del deshielo de glaciares de montaña. Los expertos han aunado los datos de 10 satélites con tres técnicas de medida Lo que está claro es que todas las grandes regiones polares de capa helada, excepto una, están perdiendo hielo desde 1992, concluyen los especialistas. La excepción es Antártida oriental, donde está aumentando la masa de hielo, aunque no en suficiente medida como para compensar la disminución en el resto del continente blanco. Pero la incertidumbre se mantiene ante el futuro. Es decir, los científicos no saben si la pérdida de hielo de Groenlandia, por ejemplo, se mantendrá al ritmo actual, se acelerará o se frenará, señala Joughin. Para reducir estas dudas sobre el futuro es muy importante la síntesis de datos y métodos de medida de Shepherd y sus colegas. El problema con la información aparentemente contradictoria recabada con los satélites se debía a las distintas mediciones, con varios métodos y en diferentes plazos temporales. Con el trabajo colectivo de los 47 investigadores, ahora se unifica todo esto y se puede “empezar a comparar manzanas con manzanas”, como ellos dicen. Para lograrlo han conjugado la información de 10 satélites con tres técnicas básicas de medida: con emisiones de radar o de láser que van rebotando en la capa de hielo y permiten determinar su altura y, por tanto, el volumen; medidas de las variaciones en el tiempo del tirón gravitatorio de la Tierra sobre dos satélites sincronizados a medida que sobrevuelan diferentes zonas heladas; con los modelos climáticos que permiten estimar la ganancia y pérdida de hielo y que utilizan los radares de los satélites para conocer la velocidad de desplazamiento de los glaciares. Cada método tiene sus puntos fuertes y débiles, advierten los expertos. Las plataformas heladas se alimentan de las nevadas y se destruyen en las costas cuando los bordes se debilitan por el aumento de la temperatura del agua y las corrientes, lo que, además, acelera el desplazamiento de los glaciares. “Los cambios en la masa almacenada en las capas heladas son importantes por tratarse de un indicador del cambio en el clima global y porque afectan directamente al nivel del mar”, resume Shepherd.

Últimas noticias sobre el Universo

Existió otro antes del que conocemos y es plano: recientes investigaciones de prestigiosos científicos trastocan lo que creíamos saber sobre el Cosmos
Imagen del espacio profundo tomada por el telescopio Hubble Dos investigaciones diferentes que han visto la luz durante los últimos días podrían llegar a cambiar mucho de lo que sabemos, o creemos saber, sobre el universo en que vivimos. El primero, firmado por el británico Roger Penrose, uno de los físicos más brillantes de nuestro tiempo, cuestiona la idea generalizada de que no puede haber un "antes" del Big Bang, ya que los mismos espacio y tiempo se crearon, igual que la materia, durante aquella gran explosión primigenia. Penrose, de hecho, asegura haber encontrado indicios de otro universo anterior al actual. Lo que convertiría al nuestro en una simple etapa (que Penrose llama "eón") de un universo que se crea y se destruye cíclicamente, resurgiendo cada vez de sus propias cenizas con un nuevo Big Bang. El segundo estudio, publicado en Nature y realizado por Christian Marinoni y Adeline Buzzi, dos físicos de la Universidad de Provence, en Francia, vuelve a poner sobre el tapete la teoría del universo plano, y encuentra en una vieja idea de Albert Einstein, desechada por el físico alemán al considerarla errónea, una posible "llave" para comprender la energía oscura, la misteriosa fuerza antigravitatoria que parece ser la responsable de que la expansión del universo se esté acelerando. Si ambas teorías se demuestran correctas, podrían desencadenar una nueva revolución en Cosmología, y dar un vuelco a nuestra comprensión del mundo que nos rodea. Según la teoría dominante en la actualidad, el universo en que vivimos se originó hace 13.700 millones de años a partir de un único punto de densidad infinita, del que surgió, en forma de Big Bang, la realidad que conocemos. Durante sus primeros instantes de existencia, el universo era una ardiente sopa de partículas libres (no asociadas en átomos), a miles de millones de grados de temperatura (unas condiciones, por cierto, que acaban de ser reproducidas con éxito en el LHC, el gran acelerador de partículas de 27 km de diámetro que hay en la frontera franco suiza) y en rápida expansión. Al ir el universo expandiéndose, y por lo tanto enfriándose, las partículas pudieron dar lugar a los primeros átomos simples (hidrógeno), que mucho tiempo después la gravedad se encargaría de unir para formar las primeras estrellas y galaxias.

martes, 11 de diciembre de 2012

Un nuevo tipo de galaxia… y de color verde

Una rara galaxia que brilla intensamente en color verde toda ella, iluminada por la luz residual del entorno del agujero negro que tiene en su centro, ha sorprendido a los. Es un nuevo tipo galáctico que han bautizado de judía verde -no confundir con las de guisante verde, que ya se conocían- y que da pistas sobre lo que sucede cuando el agujero negro se relaja. La galaxia en cuestión (denominada J2240) está a unos 3.700 millones de años luz en la constelación de Acuario. Los científicos, a la vista de esta gran rareza en el universo, han buscado otros ejemplares similares entre casi mil millones de galaxias registradas en la base de datos SDSS (Rastreo Digital del Cielo Sloan) y han dado con otras 16 del mismo tipo. Y son tan poco corrientes, que los científicos han calculado que cabe esperar la existencia de una sola en un cubo de 1.300 millones de años luz de lado en el universo, señalan los expertos del Observatorio Gemini.

 En muchas galaxias que tienen agujeros negros gigantes la materia que va cayendo en ellos se acelera hasta tal punto que su intensa radiación hace que brille el gas del entorno. Pero normalmente ese brillo no alcanza más allá del 10% de la galaxia. En el caso de la judía verde, sin embargo, toda ella esta iluminada y en verde porque el gas encendido es oxígeno ionizado, que brilla en ese color.

 Mischa Schirmer dice que se quedó atónito cuando vio la J2240 en una fotografía captada con el telescopio Franco-Canadiense de Hawai. Parecía efectivamente una galaxia, pero nunca había visto una así, verde brillante, cuenta en un comunicado del Observatorio Europeo Austral (ESO), cuyo conjunto de telescopios VLT, en Chile, permitió a este astrónomo y a sus colegas investigar el extraño objeto. También utilizaron el telescopio Gemini Sur y presentan su hallazgo en la revistaAstriophysical Journal.

 Los científicos han bautizado como judías verdes estas galaxias para distinguirlas de las de guisante, que se conocen desde 2007 y que son pequeñas galaxias con un intenso proceso de formación estelar en ellas, muy diferentes de las ahora descubiertas.

 Los análisis de J2240 desveló a estos científicos otra rareza: El agujero negro en su centro parece mucho menos activo de lo que cabría esperar dado el gran tamaño y el brillo de la zona que ilumina, explica el ESO. La conclusión a la que han llegado es que, en realidad, el brillo verde que observan debe ser un eco, la radiación remanente, de cuando el agujero negro era mucho más activo. Con el tiempo, el brillo se irá perdiendo. Pero ofrece una oportunidad extraordinaria a los científicos para estudiar el proceso en el que se van apagando estos objetos tan activos, el cómo, el cuándo y el por qué.

 “Estas regiones brillantes son como fantásticas sondas para intentar entender la física de las galaxias, es como introducir un termómetro en una galaxia que está muy, muy lejos”, dice Schirmer. “Normalmente no son ni muy grandes ni muy brillantes y solo se pueden observar bien en galaxias cercanas a nosotros, mientras que estas que se acaban de descubrir son tan grandes y brillantes que se pueden estudiar con gran detalle pese a su lejanía”, añade.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Descubierta la supernova más lejana en el universo, hasta ahora


Algunas estrellas explotan. Cuando esto sucede, se llaman supernovas y su luminosidad es tan alta que supera a la de la propia galaxia en la que reside. Pero entre las supernovas hay un tipo especial, ultraluminosas o superluminosas, y unos científicos han encontrado dos de ellas que, además están muy lejos: una es la más distante descubierta hasta ahora. Estalló cuando el universo tenía solo unos 1.500 millones de años (ahora tiene 13.700 millones) y su luz ha estado viajando hasta ahora. La otra supernova corresponde al cosmos de 3.000 millones de años después del Big Bang. Aunque sean del universo joven, los dos astros que estallaron no eran de la primera generación de estrellas que se formaron tras la gran explosión inicial.
Las supernovas se clasifican en tres tipos atendiendo a sus características y a los diferentes mecanismos que desencadenan las explosiones. Las del llamado tipo Ia, que se producen cuando una estrella enana blanca de un sistema de dos astros ha devorado suficiente materia de su compañero para alcanzar la masa crítica y estalla. Otro tipo son las de colapso de núcleo, estrellas muy masivas, mucho más que el Sol, que han consumido todo su combustible de las reacciones nucleares que las hacen brillar y colapsan; entonces explotan lanzando al espacio ingentes cantidades de materia y radiación. El tercer tipo son las supernovas superluminosas, 10 y 100 veces más brillantes que los dos tipos anteriores, respectivamente. A estas pertenecen las muy lejanas. La primera estallo 3.000 millones de años después del Big Bang, y la segunda, la más lejana, sólo 1.500 millones de años tras la explosión inicial.
Los científicos no tiene claro el mecanismo que desencadena la explosión de las superluminosas, pero teoría si que tienen, y las llaman supernovas de pares electrón-positrón. La idea es que en estrellas realmente supermasivas (entre 100 y 300 masas solares), sus núcleos llegan a alcanzan temperaturas tan altas que se crean pares electrón-positrón. Entonces el astro se contrae, se desestabiliza y se desencadena una masiva explosión termonuclear de manera que el calor generado en el proceso enciende la supernova hasta intensidades superluminosas.
Los investigadores han encontrado SN2213-1745 y SN1000+0216 en registros de hace unos años del telescopio Franco-Canadiense, en Hawai, aplicando una técnica desarrollada por ellos que les ha permitido descubrir estos fenómenos que se habían pasado por alto en su momento.